lunes, 25 de junio de 2007

Teorias



El hombre es una pasión inútil, el infierno son los otros (J. P. Sartre)
"Puesto que yo he eliminado a Dios Padre -explica Sartre-, alguien ha de haber que fije los valores. Pero al ser nosotros quienes fijamos los valores, esto quiere decir llanamente que la vida no tiene sentido a priori". En rigor, añade el existencialista ateo, para el ateísmo "no tiene sentido que hayamos nacido, ni tiene sentido que hayamos de morir. Que uno se embriague o que llegue a acaudillar pueblos, viene a ser lo mismo; el hombre es una pasión inútil"; y el niño "un ser vomitado al mundo", "la libertad es una condena" y "el infierno son los otros". Estas son conclusiones del ateísmo de Sartre.

La ética se reduciría a la ley del más fuerte
"La crisis del hombre", que causó gran impacto(Por Albert Cammus):
Si no se cree en nada, si nada tiene sentido y si en ninguna parte se puede descubrir valor alguno, entonces todo está permitido y nada tiene importancia. Entonces no hay nada bueno ni malo, y Hitler no tenía razón ni sinrazón. Lo mismo da arrastrar al horno crematorio a millones de inocentes que consagrarse al cuidado de enfermos. A los muertos se les puede hacer honores o se les puede tratar como basura. Todo tiene entonces el mismo valor... Si nada es verdadero o falso, nada bueno o malo, si el único valor es la habilidad, sólo puede adoptarse una norma: la de llegar a ser el más hábil, es decir, el más fuerte. En este caso, ya no se divide el mundo en justos e injustos, sino en señores y esclavos. El que domina tiene razón». Es la ley de la selva. El héroe que brota de esas premisas es Sísifo, el hombre que se mofa de los dioses, menosprecia su propio destino y mira estúpidamente cómo una y otra vez se le cae el peñasco que había empujado hasta una cima, para tornar a subirlo, sin saber por qué, sin lograr nunca un atisbo de finalidad, de sentido a su vivir.

El agnosticismo es un riesgo para sí mismo y para la sociedad. Es muy de agradecer que los agnósticos sean respetuosos con los demás, que sea buenos ciudadanos, tolerantes, dialogantes, educados, cívicos. No obstante, han de reconocer que carecen de fundamento racional de su conducta. Pero como la persona humana, en tanto que lo es, no deja de ser racional, su futuro se encuentra amenazado sin remedio por la incertidumbre y la angustia, es más, cabe decir que constituyen un peligro para sí mismos y para los demás. El peligro de perder pie - no hay suelo en el que apoyarse - el riesgo de venirse abajo, de regresar a los modos del salvaje - ilustrado, eso sí -, será siempre una amenaza y una tentación.

ABORTO


TERRORISMO







Si Dios no existe, todo está permitido» (Dostoiewski)

Cabe, desde luego, estudiar si de veras es o no indiferente la existencia de Dios para la vida de las personas singulares y de la sociedad entera.


¿Tiene consecuencias prácticas, relevantes y notorias la respuesta -o el silencio- a la cuestión de la existencia de Dios?

¿Da lo mismo, desde el punto de vista de la vida humana que Dios exista o no? Jean Paul Sartre - existencialista ateo - afirmó que "aun en el caso de que Dios existiera, seguiría todo igual"; aunque confesaba sin reparos que su conclusión procedía de premisas ya ateas, que es tanto como decir condicionadas por una determinada actitud acrítica previa. Dostoiewski, creyente por su parte, hizo exclamar a uno de sus célebres personajes: "Si Dios no existiese, todo estaría permitido".

En ese "todo" se incluiría -¿por qué no?- el terrorismo, el infanticidio (aborto procurado), el geronticidio eutanásico (matar ancianos, aunque por el sistema más dulce posible), etcétera. También es cierto que hay ateos y agnósticos actuales, incapaces de matar a una mosca, que se esfuerzan por encontrar y presentar algún fundamento a una supuesta ética atea, o "civil", que pudiera ser aceptada por un amplio consenso, porque es obvio que no se puede vivir ni convivir sin unas normas que inspiren y conformen la conducta con un mínimo de racionalidad. Es de sospechar sin embargo que tal fundamento siga sin aparecer y la ética «a-tea» (o «a-religiosa» o «civil», como quiera llamarse) siga sin resultar convincente y, por tanto, eficaz. "En efecto - reconoció Sartre -, todo está permitido si Dios no existe, y por consiguiente el hombre se encuentra abandonado porque no encuentra en él ni fuera de él, dónde aferrarse". ¿No se columbra una enorme sima entre el supuesto mundo encapsulado en sí mismo - sin trascendencia, sin autor, a su aire, rodando con suerte incierta -, y el mundo creado y cuidado sabia y amorosamente por la Providencia divina? Es claro que si Dios no existiese y, por hipótesis que considero absurda, existiéramos nosotros, no habría nada con valor absoluto: ni cosas absolutas, ni principios absolutos, ni valores absolutos, ni derechos absolutos; todo sería relativo, y el bien y el mal no serían más que palabras huecas.

¿No plantea esto ningún problema al ser humano inteligente?

¿"Da igual" que haya o no haya bien ni mal moral?

Es necesario estudiar el tema de Dios en Filosofía porque es un tema esencialmente filosófico; pertenece a la filosofía misma. Más aún, es su lógica culminación.
Si se entiende la Filosofía como el estudio más radical y último de todas las cosas, sería frustrante detenerse en causas inmediatas que remiten a otras causas y éstas a otras, etc., sin preguntarse siquiera por las verdaderamente primeras o si hay alguna que sea primera y única. De lo contrario todo quedaría sin explicar, como un castillo en el aire, sin fundamento, o sin fundamento conocido.Una vez que nos hemos interesado por el ser de las cosas y nos hemos preguntado por qué las cosas son, el dinamismo intelectual de la razón nos impele a preguntarnos e indagar en la existencia y en la esencia del Origen o Causa primera de todas las cosas, a la que llamamos Dios.
Además existe otra razón existencial:
todos nos preguntamos por el principio y el fin de nuestra existencia, por el sentido de nuestra vida. puede decirse que todos los hombres de todas las culturas, civilizaciones, o épocas se han preguntado por el Ser Supremo. Es verdad que no faltan algunos que afirman no creer en Dios, más aún que ya no se cree en Dio. Ahora bien, esta afirmación parece gratuita. Todos los estudios estadísticos sobre las creencias de los hombres, arrojan unas cifras que no admiten duda posible. Cifras que hablan de unos dos mil millones de cristianos en el mundo; de algo más de mil millones de musulmanes; de unos 800 millones de hindúes, la gran mayoría habitantes de la India, y unos 600 millones de budistas. Además, hay otras muchas religiones, pero ya con un número de fieles inferior. Y hay un número de ateos declarados que no llegan al 0,5 por 100 de la población mundial.Ante este tipo de estadísticas se objeta, de inmediato, que una cosa es el número de teóricos fieles y otra cosa son los que practican. Y esto es totalmente cierto. Cuando hablamos de práctica religiosa los números son muy inferiores, sobre todo entre los cristianos. No es raro, ya que la religión cristiana, más que las demás, implica unos modos de vivir que suponen más exigencia personal. Vivir hoy en cristiano no es fácil, supone ir contracorriente. Especialmente si nos referimos a la Iglesia Católica, vemos que ha mantenido sus planteamientos morales intactos desde que Jesucristo naciera y viviera entre los hombres. Para los católicos no hay duda de que lo que enseñó Jesucristo es la voluntad de Dios, pues creen en la divinidad de Jesús de Nazaret como el principio más importante de su religión. Así, por ejemplo, únicamente la religión católica mantiene la unidad e indivisibilidad del matrimonio. Seguramente la dificultad del compromiso que comporta, así como la incoherencia de muchos creyentes explica suficientemente los casos particulares de ateísmo. No son razones racionales, sino afectivas o pasionales.

todo estaría permitido






No es infrecuente encontrar a personas que, a pesar de reconocer que hay Dios, no sólo viven como si no existiese, sino que presentan su comportamiento como consecuencia lógica de su noción de Dios. Dios sería el Primer Motor aristotélico, o el gran Arquitecto, que ha puesto al mundo en movimiento y a continuación ha hecho mutis por el foro, ha regresado a su olimpo y se ha desentendido de sus criaturas, que para nada le afectan. ¿Por qué tendría que preocuparme yo de Dios, si Dios no parece preocuparse de mí? Incluso, al comenzar un curso de Filosofía sobre Dios, cabe preguntarse por qué es necesario o, al menos, interesante, tratar en Filosofía del tema de Dios. Veamos.